Muchas de las playas de la Costa Este son rocosas, con rocas de distintos tamaños y colores. En su mayoría, son redondeadas debido a que las olas saladas del Atlántico las han golpeado una y otra vez durante miles de años. En los cálidos días de verano, el sol brilla sobre las rocas, que se calientan y se calientan incluso al pisarlas con los pies descalzos.